A lo largo de la historia, la demanda de la competición en fútbol ha sido estudiada con el objetivo de optimizar el rendimiento de los futbolistas en dicha competición. Dicho análisis ha otorgado a los cuerpos técnicos la posibilidad de comparar las demandas del partido con el esfuerzo realizado en los entrenamientos y en las diferentes tareas llevadas a cabo.
Sin embargo, los ejercicios de entrenamiento diseñados para replicar las demandas promedio de los partidos probablemente provoquen que los jugadores no estén preparados para las fases más exigentes que se presenten en el partido (Gabbett et al., 2016), definidas en este documento como Escenarios de Máxima Exigencia (EME).